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En la España vaciada también hay infancia

En la España vaciada también hay infancia

  • La Asociación Colectivo para el Desarrollo Rural de Tierra de Campos clausura el programa autonómico denominado ‘Atención educativa para menores de tres años’
  • Durante 2019 se ha desarrollado en 7 municipios rurales de las provincias de Valladolid, Palencia y Zamora en los que no existen centros de educación infantil ni otros recursos adaptados a estas edades
  • Se celebró en Tordehumos, un acto de fin de curso donde participaron más de 40 niñas y niños del medio rural y sus familias

Se trata de un programa cofinanciado por la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León y, como explica Ana Ayuso Salazar, psicóloga y coordinadora del mismo, pretende cubrir la necesidad principal de que en los pequeños municipios rurales las niñas y niños de uno a tres años dispongan de servicios educativos de calidad y adecuados a las peculiaridades de esta etapa tan importante y tan receptiva, de forma que la población infantil rural no se vea discriminada y en una situación de exclusión con respecto a la población urbana o de pueblos mayores.

Según Ayuso “es un programa que se basa en un trabajo conjunto entre las educadoras y las familias de las niñas y niños y se adapta al rápido ritmo en que se producen los aprendizajes en los primeros años de la vida. La etapa de la primera infancia tiene especial relevancia porque las acciones educativas que tengan lugar en este periodo y la calidad de las relaciones que la niña o el niño establece condicionaran en buena medida toda la potencialidad del proceso educativo posterior, por eso es fundamental una buena orientación educativa. Además, el programa propicia que las niñas y niños de las poblaciones donde se lleva a cabo, y de otras aledañas, se reúnan, lo que posibilita que socialicen con sus coetáneas/os. Para muchos de estos niños y niñas, y debido el bajo índice de población infantil, son los únicos momentos de la semana en la que se encuentran con personas de su edad. Participar en el programa supone también una experiencia que les va a facilitar su posterior incorporación al colegio, puesto que dicha incorporación ya no será algo totalmente nuevo, sino que dispondrán de una experiencia similar adquirida a lo largo de todo el curso”.

Desde enero de 2019, han participado en el programa de ‘Atención Educativa’ 41 niñas y niños de siete municipios rurales: Valdenebro de los Valles, Tordehumos, Torrelobatón y Palacios de Campos en Valladolid; Morales del Toro en Zamora; y Becerril de Campos y Fuentes de Nava en Palencia. Son 41 niñas y niños que viven en el medio rural, que esperamos y deseamos que crezcan en el medio rural y que, una vez se conviertan en personas adultas, decidan continuar en el, para que los pueblos y la forma de vida que ellos representan no muera.

Pero para que este deseo se convierta en realidad es preciso y urgente, dotar a los pequeños municipios que forman la ‘España vaciada’ de los servicios necesarios para que las familias puedan, entre otras muchas necesidades, conciliar, educar, trabajar y ofrecer a sus retoños la posibilidad de desarrollar todo su potencial. La Asociación Colectivo para el Desarrollo Rural de Tierra de Campos, con su trabajo desde 1991, quiere contribuir a ello.

La Asociación Colectivo para el Desarrollo Rural de Tierra de Campos es una entidad sin ánimo de lucro de ámbito autonómico (Castilla y León), creada en 1991, declarada de utilidad pública en 2002. Su misión de contribuir a mantener vivos de los pueblos de Castilla y León, está integrada por personas y organizaciones de diferentes ámbitos y trabaja bajo un modelo de gestión reconocido con el Sello EFQM 200+.

Carta de Amor desde la España vaciada

Carta de Amor desde la España vaciada

Las asociaciones rurales y urbanas que constituimos la red de colaboración y trabajo Colectivos de Acción Solidaria (CAS), de la que forma parte la Asociación Colectivo para el Desarrollo Rural de Tierra de Campos, llevamos muchos años preocupadas por la despoblación rural. Fruto de la reflexión colectiva hemos escrito esta carta dirigida al ámbito social y político.

Hace sesenta años los poderes financieros y políticos decidieron que nuestro país, por su interés estratégico, pasase a formar parte del grupo de países ricos del mundo. Desde ese momento comenzó a cambiar la situación de pueblos y ciudades y también las vidas y el futuro de varias generaciones.

Diseñaron nuestra economía que pasaba por crear industrias en las ciudades y desarrollar el turismo en las costas. Eso supuso concentrar a la población en las principales ciudades y en el litoral y cambiar la agricultura campesina por la industrial mecanizada y usando agroquímicos.

Todas las decisiones públicas y familiares sobre cómo y dónde vivir, a qué dedicarse para ganarse la vida, si debían estudiar o no las hijas y los hijos, ya fueron muy diferentes a como venían siéndolo desde siglos atrás.

Y comenzó un gran éxodo de los pueblos hacia las ciudades de España y a las de varios países del norte de Europa. La sangría de jóvenes desde aquel momento ha sido imparable vaciando los territorios hasta entonces llenos de vida.

Sin embargo, las personas que quedamos viviendo en los pueblos, lo hacemos porque sentimos que estamos disfrutando de unos valores ancestrales que nos hacen la vida más feliz. El contacto con la naturaleza, con el aire limpio, formando parte de unos paisajes maravillosos cambiantes en cada estación, ayudan mucho a vivir de un modo sencillo pero pleno de satisfacciones.

Somos conscientes cada día de la enorme importancia que para la vida de todos tienen la comida sana, los bosques y la regeneración del aire, el agua limpia y la diversidad de plantas y animales.

También valoramos el gran legado que para nuestro espíritu nos dejaron nuestras personas mayores con sus fiestas, sus ritos y tradiciones, sus cuentos y leyendas, sus arquitecturas y sus artesanías.

Todo este inmenso patrimonio material y espiritual acumulado durante siglos creemos que es absolutamente imprescindible no sólo para quienes vivimos en los pueblos sino también para las personas que están en las ciudades ajenas a esta realidad.

Un país sin raíces, sin alma, no puede sobrevivir a un presente con la realidad de un cambio climático que ya está complicando la producción de comida y amenazando la propia existencia de los bosques.

Muchas de las personas que vivimos en los pueblos estamos preocupadas por esta realidad porque la sentimos todos los días. Vivimos apegadas al territorio, a nuestras comarcas no como las atrasadas que no quieren ir a vivir a la ciudad si no como quien valora el lugar donde nació y tiene apego al espacio de su infancia.

Desde estos pueblos vaciados os escribimos para transmitiros que no estamos tristes ni nos sentimos solas pero que sí estamos preocupadas. Lo estamos por aquellas personas que nunca han valorado la gran función vital que históricamente han representado el campesinado dando comida sana a la sociedad y cuidando de la tierra.

Sentimos que muchas personas hace tiempo han cortado el cordón umbilical que une a la humanidad con la naturaleza y nos hace absolutamente dependientes de ella. El modelo económico y social en el que desarrollamos nuestras vidas ha hecho creernos la gran mentira de que el dinero lo puede todo y resuelve todos los problemas.

Pero sin ríos limpios, sin montañas cubiertas de árboles, sin ganado pastando prados y montes, sin tierras cultivadas libres de productos químicos, sin personas cuidando de las casas y los pueblos, no es posible un futuro saludable y digno para nuestro país.

Nos parece que las dos Españas no solamente son las divididas por la ideología o por la tremenda desigualdad entre personas ricas y pobres acrecentada en los últimos años. También hay dos Españas por la concentración de población, recursos y servicios y la inmensidad de pueblos a los que poco a poco se les va restando aprecio según van perdiendo habitantes.

Ha sido un largo periodo de desapego de lo rural, de desafecto cuando no de desprecio hacia un pasado que fue la clave de nuestra supervivencia y la base que ha permitido que lleguemos hasta aquí. Una larga historia de desamor entre gente que compartimos las mismas raíces y que nos necesitamos a pesar del desarraigo.

Los medios de comunicación han ido creando un imaginario de tristeza, soledad, frío y desamparo de nuestros pueblos que no es cierto en absoluto. Como tampoco lo es la vida fácil en las ciudades, la oferta permanente y para todos de diversión con poco trabajo y la abundancia de empleos bien pagados.

Queremos pues, con esta carta, tenderos una mano para empezar a reconstruir una historia de amor que nunca debió romperse pues no ha traído más que el dolor del desarraigo y el abandono de los recursos necesarios para la vida de todas las personas.

Queremos que el reencuentro no sea sólo los fines de semana cuando os apetece disfrutar como turistas de nuestros pueblos y paisajes o en verano cuando buscáis la diversión de las fiestas, las reuniones con la familia y amistades de la infancia.

Necesitamos una mirada más profunda y afectuosa con las madres y los padres, con las abuelas y los abuelos que se dejaron la vida por sacar a la familia adelante y continúan al cuidado de las casas y los campos de todas. Sienten en lo profundo de su corazón que los recursos vitales, que lo que le legaron sus madres y padres, es sagrado porque es imprescindible para la vida. Son un testigo mudo que recuerda todos los días que su pequeña parte de este país que es su pueblo es, y seguirá siendo, imprescindible para el mantenimiento del aire y el agua limpios, para la comida sana, para la producción de energías no dañinas para la naturaleza.

Es su mano, nuestra mano, tendida al corazón de la gente de las ciudades para deciros que os queremos y nos necesitamos para que la vida de nuestras hijas e hijos sea posible en el futuro inmediato corrigiendo juntas los enormes daños que hemos hecho al planeta y que ya empiezan a pasar factura en forma de calentamiento global, sequías, incendios forestales y todo tipo de desastres naturales.

Sólo juntas es posible salir adelante recomponiendo una pequeña ruptura de sesenta años en la larga historia de la humanidad. Nosotras tenemos todo el ánimo para recibiros y ayudaros a reconstruir las relaciones y los cuidados con quienes nos antecedieron, con sus hogares y sus campos, con la madre tierra. El futuro no puede ser la vorágine urbana de contaminación, consumo y derroche de materiales y energía.

Seamos responsables del legado de nuestros y nuestras antepasadas y respetemos su sabiduría aprendida con hambre. Si no cuidamos de la tierra seremos víctimas de nuestra irresponsabilidad. Volvamos a coser la misteriosa y fina línea que une el amor y la vida.