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Desde que nuestras hijas e hijos nacen, nos convertimos en su modelo, aquello que hagamos, que digamos, lo van a interiorizar hasta hacerlo suyo de manera que, casi podríamos decir, que formará parte de su carácter. Así de importante, y delicado, es nuestro papel en la vida de nuestras hijas e hijos. Todo lo que hagamos con ellas, con ellos, va a tener consecuencias, para bien o para mal. Nuestras hijas e hijos, a veces hacen lo que les decimos, pero prácticamente siempre hacen lo que hacemos. Si les decimos que no hablen a gritos cuando se enfadan, pero les hablamos a gritos cuando nos enfadamos, eso es lo que harán. Si les decimos que no se pega, pero les pegamos, eso mismo es lo que van a hacer. Y si eso se repite una y otra vez, al final lo interiorizaran hasta terminar por formar parte de su manera de ser.

En nuestras manos está el contribuir a la felicidad de nuestras hijas e hijos. Es como participar en una carrera con una pierna herida mientras al resto de concursantes le funcionan sus dos piernas perfectamente. Por nuestra cojera será evidente que llegar a la meta nos costará mucho más, porque partiremos en desventaja de la salida. Algo así sucede en la vida: aquellas personas que han recibido un trato respetuoso, en quienes se ha confiado y se ha fomentado su autorresponsabilidad y su autoestima, aquellas personas que han sido tenidas en cuenta desde niñas y a las que se les ha puesto límites claros, tendrán sus dos piernas en perfecto estado y partirán con ventaja de la casilla de salida de la vida. Esa ventaja es, nada más y nada menos, que la capacidad para la felicidad y el bienestar.

El Colectivo para el Desarrollo Rural de Tierra de Campos trabaja por la erradicación del castigo físico y psicológico mediante la realización de talleres, charlas y actividades por un futuro mejor.