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La práctica del castigo ha estado y está fuertemente arraigada en nuestra sociedad. Se ha ido transmitiendo a través de las generaciones, pero no por ello se convierte en válida ni es algo de lo que las personas solemos estar orgullosas.

En la mayoría de los casos, los padres y madres recurren al castigo por carecer de recursos para enfrentar la situación o por una insuficiencia de su control emocional. Si preguntas a la mayoría de las madres y padres por qué han pegado a su hija o hijo su respuesta será del tipo “porque quiero educarla, educarlo, correctamente”. Sin embargo, el castigo físico no es la mejor forma de educar, por “efectos secundarios” que conlleva y las secuelas que deja en nuestras hijas e hijos.

Con respecto a los “efectos secundarios”, a través del castigo físico el principal mensaje que se transmite a los niños y niñas, con fuerza aun no siendo este intencionado en muchos casos, es que la violencia es aceptable para resolver cualquier conflicto y sobre todo se reconoce que la persona más fuerte use esta fuerza para someter a la más débil consiguiendo así aquello que desea obtener. La consecuencia inmediata es que niñas y niños comenzaran a resolver sus conflictos de la misma manera, es decir, con violencia. Y más tarde, cuando se conviertan en adolescente y luego en personas adultas, seguirán resolviéndolos del mismo modo llegando, en los casos más extremos, pero no infrecuentes, al comportamiento delincuencial y antisocial.

El castigo es una herramienta ineficaz para educar a los niños y niñas. Hay formas más positivas de educar y modificar su comportamiento cuando este no es el adecuado, las cuales serán más beneficiosas para su desarrollo y para la relación con sus padres y madres y sobre todo con la sociedad. O acaso cuando se recibe la noticia de que van a ser padres y madres, ¿se plantean que la criatura que está por nacer va a venir a este mundo para sufrir? O más bien, ¿para ser feliz y sentirse amada?

El Colectivo para el Desarrollo Rural de Tierra de Campos trabaja por la erradicación del castigo físico y psicológico mediante la realización de talleres, charlas y actividades por un futuro mejor.